domingo, 2 de octubre de 2011

Camellitos de tela



Al principio no, pero luego te topas con su mirada. Él quiere que lo veas, quiere enseñarte su trabajo, porque a su corta edad, al llegar a casa, no explica qué juegos aprendió nuevos, quién ganó, si metió el gol más bonito, o si esta triste porque perdió todas las estampas, mientras sus padres piensan: “Con lo a gusto que estábamos, ya viene éste a contarnos sus batallitas…que pesado es a veces este niño”.

Él, en cambio, no vuelve a casa si no ha conseguido vender al menos cinco o seis camellitos de tela y rellenos de palitos, porque sus padres si van a estar esperándolo. Es lo que tiene ser, a edad temprana, vendedor ambulante.