lunes, 10 de octubre de 2011

No está tan claro...



Me parecía casi un delito, robarle a los amaneceres su esencia, la paleta de colores pastel. Así que esta vez, dejé que se apoderaran del amplio cielo gris.

Envidio, entre otras cosas, la simplicidad en lo cotidiano, los tomates con tierra, el pan en horno de piedra, el darle la espalda a un sol que se pone por el oeste, cae sobre el mar y se desvanece entre líneas… la pérdida de la noción del tiempo.

No se vive de amaneceres, claro está, o no está tan claro…¿verdad?