Acostumbro a mirar por la ventana
mientras desayuno, cada día. Me hago una idea general de cómo será el día
observando mi calle, es difícil explicar que no espío a la gente, no
individualmente, es una medida que engloba muchos elementos, … las
caras me hablan, por sus expresiones, de la calidad del día que me toca
vivir.
Fallo a menudo.
Costumbre o manía me ayuda a restaurarme
mentalmente, y a despertar, sorbito a sorbito. Odio un café templado.
Ésta vez, tras una ventana, llueve y
atardece. Disfruto detrás del cristal y de las lentes. Mido, calibro,
compongo y recompongo,… toca esperar a la oscuridad con la extraña sensación de
estar desperdiciando algo, lo siento fríamente centímetro a centímetro durante el
descenso del sol, se disipa otro día, otra luz.
Ya son más de diez mil…
y los que quedan.
y los que quedan.