Siento gran admiración por la
dueña de este astuto, noble y fiel compañero. Ella siempre fue la prefe, quizás por su jovialidad, por su
voz calma y dulce, por sus sonrisas, abrazos y caricias siempre tiernas, tanto
en los momentos de fuertes emociones como en lo simple y cotidiano. Éste Schnauzer gigante, bonachón y delicado si
supo intercambiar su extraordinaria energía con la prefe, él no se la perdió, no pudo ser tan torpe de dejar escapar
esa grandísima oportunidad. Hasta yo envidio a veces, no tenerla un poquito más
cerca, otros siquiera supieron valorar todas esas virtudes.
Un amanecer, relativamente
cercano, tuve el privilegio de pegarme un chapuzón y pasear por la orilla con
Tucán, y logré que se me pegara un poquito de esa positiva energía que ambos
transmiten. Cuando nos pusimos en camino para volver a casa, durante el trayecto descubrí al fin su truco, pude disfrutarlo, y el resto del día ya no fue en blanco y negro.