miércoles, 26 de octubre de 2011

Pérdida y Conocimiento



Recuerdo este paseo en bicicleta con la exactitud de un reloj atómico. Me perdí, tenía todo el tiempo del mundo para volver, había anochecido. Las noches en los pueblos de holanda no son arriesgadas. Todos están en casa, cenados. Yo daba vueltas en círculo, retrocedía sobre mis pedaladas, volvía a perderme, pero la sonrisa no desaparecía. La noción del tiempo cambia cuando dejaste el reloj de pulsera en la mesilla de noche, ahí comienza el verdadero viaje.
Al toparme con las luces de las bicicletas de los lugareños, me fijaba en sus pedales, más naturales, casi sin esfuerzo y les sonreía. Ellos devolvían la sonrisa.

Ahora siento que me acerco a ése estado de ánimo que me proporciona viajar y se me quita el sueño, me deslizo en pensamientos, recuerdos, instantáneas realizadas… pero esta vez con una sensación de vacío, la de escarbar raíces echadas, la de la mirada atrás, es extraño.

Me vienen a la mente los pájaros de Juan Ramón Carneros y una viñeta que se viene conmigo:

“No hay vuelo ni viaje
que no suponga al mismo tiempo
una pérdida y un conocimiento”

sábado, 22 de octubre de 2011

Y los que quedan.



Acostumbro a mirar por la ventana mientras desayuno, cada día. Me hago una idea general de cómo será el día observando mi calle, es difícil explicar que no espío a la gente, no individualmente, es una medida que engloba muchos elementos, … las caras me hablan, por sus expresiones, de la calidad del día que me toca vivir.

Fallo a menudo.

Costumbre o manía me ayuda a restaurarme mentalmente, y a despertar, sorbito a sorbito. Odio un café templado.

Ésta vez, tras una ventana, llueve y atardece. Disfruto detrás del cristal y de las lentes. Mido, calibro, compongo y recompongo,… toca esperar a la oscuridad con la extraña sensación de estar desperdiciando algo, lo siento fríamente centímetro a centímetro durante el descenso del sol, se disipa otro día, otra luz. 

Ya son más de diez mil…
y los que quedan.

viernes, 21 de octubre de 2011

Abuelita



La elegancia es un duro adiestramiento, una pose ficticia, impropia de los más pequeños. A nosotros, muy perfumados y muy guapos los domingos a medio día, ganas nos daban de saltar en los grandes sofás del enorme salón, pero era pecado.

Yo fisgoneaba todo, minuciosamente, sin tocar,…,quizá desarrollé en su casa una de mis virtudes, si así puede considerarse ser observador.

Existen abuelas, que pellizcan y besan los mofletes de sus nietos hasta escuchar “aiiii”, yo no es que lo echara de menos, sencillamente, no era el caso. Tampoco abuela era el término adecuado, “abuelita” estaba mejor, abuela pequeñita.

Envidio su perseverancia hasta el final, nieve, llueva o granice. A catástrofes ha sobrevivido. Práctica o no, ella nos intenta cuidar a su manera. Lamenta a menudo, no haber hecho las cosas de otra forma, regresa al pasado, lo esboza con una soltura que muchos quisieran, detalla esas escenas con una perfección que trastoca al oyente y suele preguntarse…¿pero yo había nacido? , sólo por situarse en la década correcta. A ratos lamenta en demasía, quizás lo de abuelita le reste energías, y ella no se ha dado cuenta...

Por sus raíces castellanas de versos se nutre, siempre la recordaré recitándome éste:

«¡Beban otros las burbujas
de esa champaña extranjera!
¡Yo prefiero las agujas
del vino de la Ribera!

Sin desdeñar lo extranjero
en vino y arte prefiero
lo netamente español.
Me gusta la manzanilla,
las mujeres con mantilla
y el rasgar de una guitarra
bajo el toldo de una parra
en una tarde de sol.

Y en la austeridad severa
de una estancia castellana,
sorprender una mañana
toda el alma de Castilla
dentro de una serranilla
del Marqués de Santillana
y en la gracia soberana
de una estrofa de Zorrilla.

¡Oh, Castilla, mi Castilla!
mi rancio suelo español...
mis romances de Zorrilla,
mi caña de manzanilla
hecha con hebras de sol.
Te aseguro que no envidio
otras patrias ni otros cielos,
yo prefiero, como Ovidio
el solar de mis abuelos.

Cambio toda la elegancia
de tus vestidos de Francia,
todos los ricos tesoros
de tus plumas o tus pieles
por el ramo de claveles
que tú llevas a los toros.

Más que todos los sombreros,
más que todas las diademas
que inventaran los joyeros,
me gusta la maravilla
del marco de tu mantilla,
cuando te miro apoyada
sobre una capa bordada
tendida en tu barandilla
de delantera de grada.

Me gustas por lo arrogante,
me gustas por tu constante
desplante de chulería,
me gustas por cariñosa,
¡me places por religiosa!,
me seduces por celosa
y me encantas por bravía.

Te quiero por tu alegría,
por tu gracia macarena,
por tu mirada serena
y tus labios de amapola,
te adoro por ser morena
y porque eres…¡española!»

domingo, 16 de octubre de 2011

53 minutos


XXIII

--Buenos días –dijo el principito.
--Buenos días –dijo el mercader.
Era un mercader de píldoras especiales que aplacan la sed. Se toma una por semana y ya no se siente necesidad de beber.
--¿Por qué vendes eso? –dijo el principito.
--Es una gran economía de tiempo –dijo el mercader -. Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
--¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
--Se hace lo que se quiere…
<<Yo –se dijo el principito-,  si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría tranquilamente hacia una fuente…>>

Letras de Antoine de Saint-Exupéry en El principito .

jueves, 13 de octubre de 2011

Atrapado entre sonrisas



“Si no eres feliz, rodéate de niños”

Y eso hizo el hombre del tiovivo
(…)

lunes, 10 de octubre de 2011

No está tan claro...



Me parecía casi un delito, robarle a los amaneceres su esencia, la paleta de colores pastel. Así que esta vez, dejé que se apoderaran del amplio cielo gris.

Envidio, entre otras cosas, la simplicidad en lo cotidiano, los tomates con tierra, el pan en horno de piedra, el darle la espalda a un sol que se pone por el oeste, cae sobre el mar y se desvanece entre líneas… la pérdida de la noción del tiempo.

No se vive de amaneceres, claro está, o no está tan claro…¿verdad?

jueves, 6 de octubre de 2011

Autorretrato



Todo final tiene un principio.

“Puede ser el principio del final” me dijeron un día, y en mi mente quedó tallado a fuego. Este final es un punto y a parte, un kit-kat temporal… o definitivo…chi lo sa, pero no me daré por vencido, esta vez no, no apartaré el cuello al roce de unos labios, aunque cosquillas y escalofríos me den sólo de pensarlo…

domingo, 2 de octubre de 2011

Camellitos de tela



Al principio no, pero luego te topas con su mirada. Él quiere que lo veas, quiere enseñarte su trabajo, porque a su corta edad, al llegar a casa, no explica qué juegos aprendió nuevos, quién ganó, si metió el gol más bonito, o si esta triste porque perdió todas las estampas, mientras sus padres piensan: “Con lo a gusto que estábamos, ya viene éste a contarnos sus batallitas…que pesado es a veces este niño”.

Él, en cambio, no vuelve a casa si no ha conseguido vender al menos cinco o seis camellitos de tela y rellenos de palitos, porque sus padres si van a estar esperándolo. Es lo que tiene ser, a edad temprana, vendedor ambulante.