Este hombre, habita en una pequeña cabila en mitad de la nada. Nos vió; yo no lo intuí hasta que se acercó a unos doscientos metros, sigiloso. Acudió en nuestra ayuda con algo en sus manos, él si lo intuía. No pidió nada a cambio, ni siquiera un trago de lo que bebían allí los presentes que asistían al “espectáculo” de manos cruzadas.
Os contaré mas cosas de este hombre, antes necesito un trago.