Ciudad a caballo entre la
modernidad y el desorden, con dejes industriales, francófona y limítrofe con
Alemania y Holanda. Toda esa mezcla sorprende y le da su toque “casero” de “andar por casa”…papeles en el suelo, payasos por las calles o globos de helio contrarrestan la seriedad de su arquitectura.
Lo mejor es bucear entre
recuerdos, volver a viajar, cerrar la cremallera de la maleta llena hasta los
topes de ganas de seguir recopilando instantes, avanzado, paseando por la gama
de grises con la sonrisa puesta y la mirada perdida…aunque esta vez sea desde
el sillón de casa.