Hombre astuto, superviviente por genética. Fumador empedernido. Él si que sabe disfrutar de los pequeños placeres de la vida: siestas a la fresquita, cigarritos a la sombra del cañizo, acompañar caminando a la más pequeña de sus siete hijos al médico, aceitunitas al inicio y un té caliente (aunque se cuezan treinta y seis grados centígrados a la sombra) para bajar la comida. Se sienta a echar contigo la sobremesa como uno mas de la familia en su restaurante y hablar habla hasta por los codos.
Cuando le regalé esta fotografía dijo: “Que chivani que estoy…al menos cuando yo me vaya, quedará ésto”. Y no me dejó pagarle la tetera.