Voy a escribir un poco sobre la
gente pato.
Como
ya te he dicho en otras ocasiones, el terreno de la fábrica donde trabajo es
muy grande y tiene un bosquecillo y un estanque. Es un buen lugar para pasear.
El estanque es bastante grande y allí viven unos patos. Una docena en total. No
sé qué constitución familiar tiene esa gente. Aún no los he visto pelearse
nunca aunque imagino que debe de haber cosas del tipo <<me llevo bien con
aquél, pero no con el otro>>, y demás.(…)
Últimamente me
acerco siempre los fines de semana y mato el tiempo mirando a la gente pato.
Observándolos, se me pasan volando dos o tres horas. Vengo bien equipada con
mallas, gorra, bufanda, botas, abrigo de piel, igual que un cazador de osos
polares. Me siento en una piedra y observo sola, sin pensar en nada, a la gente
pato durante horas y horas. A veces les doy trozos de pan duro. Aquí no hay
nadie tan curioso ni despreocupado como yo.
Pero lo que tú
quizá no sepas, señor pájaro-que-da-cuerda,
es que los patos son gente divertida. Por más tiempo que pase, no me canso de
mirarlos. No entiendo como las demás chicas se desplazan lejos y pagan dinero
para ver películas aburridas en vez de interesarse por esta gente. Los patos
vienen volando, por ejemplo, aterrizan sobre el hielo y, a veces, resbalan y se
caen. Como en un programa cómico de la televisión. Mirándolos yo me río sola.
La gente pato no lo hace para que me ría, por supuesto. Se toman muy en serio
su vida, pero resbalan y acaban cayéndose, ¿no te parece fantástico?
La gente pato
que hay aquí tiene unas patas monas y planas de color naranja, como las botas
de agua de los niños de enseñanza primaria, pero parece que no están hechas
para caminar sobre el hielo, todos resbalan. A veces se caen de culo. Y es que,
seguramente, no tienen ningún sistema antideslizante. Así que el invierno no
debe de ser una estación muy divertida para la gente pato. No sé qué piensa en
el fondo esa gente respecto del hielo. Pero no creo que vayan echando pestes.
Observándola me da esa sensación. Parece que disfrutan de la vida, incluso en
invierno, rezongando: <<¡Uff! Otra vez el hielo. ¡Qué le vamos a
hacer!>>. A mí me gusta la gente pato. (…)
La nieve que cayó hace unos
días se ha helado en el camino del bosque y al pisarla se rompe crujiendo bajo
los zapatos. (…) Cuando camino con el cuello del abrigo levantado, la bufanda
enrollada alrededor del cuello, echando el aliento blanco, llevando un pan en
el bolsillo y pensado en unas cosas y otras sobre la gente pato, me siento
alegre y feliz. Hasta el punto de pensar que hacía tiempo que no experimentaba
esta sensación de felicidad.
Y dejo de
escribir sobre la gente pato.
Letras
de Haruki Murakami en Crónica del pájaro
que da cuerda al mundo.