Reconforta escuchar
y observar la carita de un adulto, mientras reconstruye con la mirada perdida
una escena de su infancia, van colocando pieza a pieza los fotogramas asimilados
en su memoria, intentado establecer las conexiones para darle continuidad, a pesar
de los espacios vacíos. Denota felicidad. Ilusiona.
Garantía de
felicidad o no, a veces justifica acontecimientos presentes…¿es que tuvo mala infancia? Pregunta algún mayor, si la respuesta
es afirmativa, los demás parecen entender mucho mejor el porqué de lo ocurrido, aunque de una catástrofe se trate.
Yo no soy muy de
recordar, me noto esquivando el pasado más lejano, no porque fuese malo, sino
porque quizá hay matices que no me apetece revivir, por si al compararlo con el
presente, lo tiñen de amargor, un amargor gris.