A veces lo nombran desde coches que pasan cerca de su puesto de pescado: "¡Bambi Bambi!" parecen decirle, él se enfada. Una palmera y un gancho son todo su escaparate y las branquias bien rojas de sus piezas. Esquivo y callado posó sin darse cuenta mientras disfrutaba de un té con hierbabuena, a la sombra, en un cafetín.